sábado, 15 de febrero de 2014

¿QUÉ ESPERA DIOS DE MÍ?


¿QUÉ ESPERA DIOS DE MÍ? “Una reflexión en el camino”
Por Guillermo Ávila


¿Qué pide el Señor de los hombres? 
"Solamente que lo honren y sigan todos sus caminos; que lo amen y lo adoren con todo el corazón y con toda su alma, y que cumplan sus mandamientos y sus leyes, para que les vaya bien” Deuteronomio 10:12
Todos los seres humanos, en toda su historia, han buscado agradar y satisfacer el corazón de Dios, en su ignorancia, su búsqueda le ha producido muchas frustraciones y  decepciones, porque Dios no es tan tangible, no se adecua a nuestros planes o pensamientos, él es Dios y lo seguirá siendo por toda la eternidad.

Aunque Dios declara en su palabra que sus pensamientos para los hombres son de bien y no de mal, los hombres muchas veces en la nublada interpretación de los acontecimientos de la vida, juzgamos mal, y hasta culpamos a Dios de nuestras desgracias y tragedias.
¿Quién no se ha enojado con Dios?

¿Quién no ha considerado muchas veces sus juicios injustos, y equivocados sus caminos por no satisfacer nuestras expectativas?

Dios no es como nosotros y sencillamente no piensa como nosotros. 
Nosotros somos egoístas y siempre juzgamos las cosas de acuerdo a nuestra personal conveniencia.
Que lamentable aquellos “representantes de Dios” que hacen ver a Dios como una persona como ellos, egoísta, manipulador, que solo piensa en su propio beneficio, o nos hacen ver a un Dios, religioso como ellos, que nos impone yugos, que ni ellos mismo pueden sobrellevar, produciendo grandes decepciones en las multitudes de sinceros buscadores de la verdad.

Consecuencia de todo aquello es ver a muchos frustrados en su espiritualidad, buscando una experiencia para su vida sin Dios o lo más lejos de él, haciendo más terrible el desenlace y el destino de sus vidas.
Si tú y yo queremos experimentar el bien de Dios, su bendición, sencillamente debemos regirnos a lo que él nos dice:


¿Qué espera Dios de mí?
¿Qué pide Dios de ti?


La misma pregunta que Dios le hizo a su pueblo algunos miles de años atrás cuando a las puertas de la Tierra Prometida, les garantizaba que aquella sería una tierra de bendición para ellos, donde serían prosperados y bendecidos juntos a sus familias, y todas sus posesiones, si tan solo atendían su consejo.
¿Qué Dios les pedía de acuerdo a nuestro texto?


1.- QUE LO HONRARAN.
 Esto es tenerle en alta estima,  respetarle en su sabiduría y en sus juicios, que estos nunca serían para su mal sino para el bien de ellos. Que confiaran en él y su palabra.
2.- QUE CAMINARAN EN SUS CAMINOS.
La vida siempre  nos presentará muchos caminos, el mundo siempre nos ofrecerán muchas alternativas ligadas a la vanidad, a las posesiones, a la codicia, a las drogas, etc. 
Dios nos pide que escojamos los suyos, que voluntariamente sujetemos nuestro albedrío a su voluntad, y si en algún momento parecieran cerrados sus caminos, confiáramos, él puede abrir nuevas sendas delante de nosotros a fin de llevarnos al bien y su bendición. 
Que usemos nuestra libertad para decidir, decidiendo por sus caminos, los que siempre serán justos y verdaderos.


3.- QUE LO AMEMOS CON TODO EL CORAZÓN Y CON TODA NUESTRA ALMA.
Hay tantos amores que procurarán conquistar nuestro corazón, hay tantas emociones y sentimientos que procurarán desviar nuestra atención de él. Él desea que lo tengamos siempre en el centro de nuestro corazón, que lo guardemos y lo consagremos a él todos los días de nuestra vida. Él nos anhela celosamente.
4.- QUE LO SIRVAMOS CON TODO EL CORAZÓN Y EL ALMA. 
La vida es un servicio y todos los días servimos, servimos en la casa, servimos en el trabajo, servimos en el colegio y también en la iglesia. Todos los días servimos a los demás. Dios desea que ese servicio sea a Él, pues es la única forma de que no nos cansemos de hacer el bien, es la única forma que lo haremos sin amargura y sin quejarnos, si lo hacemos a Él, lo haremos con alegría y con acción de gracias. Todo lo que hagan sea de palabra o de hecho, háganlo en su nombre.


5.-QUE GUARDEMOS SU PALABRA. 
Si no la observamos y no la guardamos ¿Qué garantiza no equivocarnos? 
En nosotros no hay sabiduría, él es la sabiduría. 
Su palabra es lámpara a nuestros pies y lumbrera a nuestro camino. La bendición de Dios no es para los que leen o los que escuchan, es para los que guardan su palabra, de ellos es la bendición de Dios.
Necesitamos meditar en ella todos los días para guardarla, solo así seremos como árboles plantados junto a las corrientes de aguas, que da su fruto a su tiempo, su hoja no cae y en todo son prosperados.

Antes del fruto son las hojas, y por las hojas se conoce el árbol y garantiza su fruto. Las hojas son el testimonio de Dios en la vida de los hombres, el cual no debe caer en tierra, debe permanecer, hasta la manifestación del fruto, la bendición de Dios.
Dios no quiere que seas un árbol con sus hojas por tierra, quiere que seas un árbol lleno de fruto, con sus hojas verdes, bendecido(a) por Dios.


¿QUÉ ESPERA DIOS DE MÍ?
Que lo honre, que ande en sus caminos, que lo ame, que lo sirva, y que guarde su palabra.







miércoles, 12 de febrero de 2014

EN LA CASA DE MI PADRE


EN LA CASA DE MI PADRE “Una reflexión en el camino”
Por Guillermo Ávila




“No se turbe vuestro corazón, creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis. Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino” Juan 14:1-4
Eran momentos  de turbación en los discípulos, Jesús les venía anunciando acerca de su partida, de la necesidad de ir y morir en la cruz, pero para ellos,  que lo habían dejado todo por seguirle, eran momentos de decepción y turbación a pesar de la promesa de Jesús que no los dejaría solos, que les enviaría al Espíritu Santo, quién estaría con ellos, como él lo había estado durante más de tres años.

¿Dónde iba Jesús?
Claramente lo expresa, a la Casa de su Padre, y su deseo era que ellos también estuviesen con Él en ese lugar donde habían muchas moradas: Quiero que donde Yo estoy, vosotros también estéis”

Por esta causa, era necesaria su partida, para poder prepararles la posibilidad de que ellos también accedieran a ese Glorioso lugar: “Voy pues a preparar lugar para vosotros”
¿Quién necesitaba preparación? ¿Qué lugar se debía ordenar y limpiar adecuadamente? ¿El Cielo? ¿La Casa del Padre?

El Cielo, la Casa del Padre, es perfecta, es santa y es gloriosa. No necesita de ninguna reparación ni limpieza.
Nosotros, los seres humanos, necesitamos ser ordenados, limpiados y vestidos adecuadamente para acceder a ese maravillo lugar, Jesús reveló esa condición: “Y entró el rey para ver a los convidados, y vio allí a un hombre que no estaba vestido de boda. Y le dijo: Amigo, ¿cómo entraste aquí, sin estar vestido de boda? Más el enmudeció. Entonces el rey dijo a los que servían: Atadle de pies y manos, echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes”

La Misión de Jesús era abrir el camino al Padre y preparar un pueblo santo para El.
Cristo por amor se entregaría en la cruz, para santificarnos, para purificarnos en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentarnos al Padre como un pueblo glorioso, que no tuviese manchas ni arruga ni cosa semejante, sino que fuera santo y sin mancha, porque Dios es Santo, Santo, y Santo.

Jesús  debía ir a la cruz, pues en ese lugar nos prepararía para acceder a las Moradas eternas.
Jesús en la cruz como cordero debía morir por nuestros pecados, y tomar sobre sí el castigo de nuestras transgresiones.

Es en la Cruz donde nuestros pecados fueron perdonados, nuestras almas fueron salvadas de su eterna condenación, en la cruz Cristo nos redimió, nos lavó por medio de su sangre y nos vistió adecuadamente para morar eternamente con Él junto a su Padre.
En ese acontecimiento el velo del templo se rasgó, y el camino al Padre quedó accesible para todos los hombres.

Dios le dio un visión al apóstol Juan de estas Moradas eternas, del Cielo, donde Dios tiene su trono y los redimidos por medio de la sangre del Cordero disfrutan de su gloriosa presencia: “Después de esto miré, y he aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas las naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos; y declaraban a gran voz, diciendo: La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero”
Jesús vino para llevarnos al Padre y para mostrarnos el camino.

“Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino”

Le dijo Tomás: Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino?
Jesús dijo a Tomás y nos dice a nosotros hoy: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”

Al Padre no van los “buenos” pues todos somos pecadores y hemos sido por causa del pecado destituidos de su gloria.
Al Padre van los que han creído en el sacrificio de Cristo, y han sido lavados por medio de su sangre, reconociéndole y confesándole como el Señor de sus vidas.

“Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación”
Esta es la palabra de fe que predicamos.