jueves, 11 de junio de 2020

ENSÉÑAME A MIRAR CON TUS OJOS

ENSÉÑAME A MIRAR CON TUS OJOS 
Una Reflexión en el Camino
Por Guillermo Avila


"No te fijes en su apariencia ni en su elevada estatura, pues yo lo he rechazado. No se trata de lo que el hombre ve; pues el hombre se fija en las apariencias, pero yo me fijo en el corazón" 1 Samuel 16:7

Samuel profeta de Dios, fue concebido en una cuna de oración, de quebrantamiento y humillación.
Su madre Ana, una mujer piadosa experimentada en quebranto, condición propicia para que el corazón del hombre aprenda a oír y a obedecer a Dios.
Dios se perfecciona en las debilidades humanas, y aún del Hijo de Dios se escribió, "Por lo que padeció aprendió la obediencia"
Fue en esa condición de un alma rendida y un cuerpo estéril, donde Dios haría brotar esa maravillosa ofrenda de consagración de su hijo Samuel al servicio de Dios, a quién siendo solo un niño, Ana lo entregó al cuidado del sacerdote Elí.
Nuestra más agradable ofrenda a Dios, nacerá siempre de la debilidad de un corazón quebrantado y humillado.

Así Samuel creció con un corazón dispuesto para Dios, y también aprendería a oír y a distinguir su voz, porque e
l Espíritu que Dios imparte en el corazón de los padres, es traspasado al corazón de los hijos, hasta la tercera y cuarta generación.
Aprender a mirar con los ojos de Dios es un aprendizaje de la vida, del cuál Samuel no estuvo exento.

Fue Dios quien le corrigió con las palabras de nuestro texto, cuando Samuel cumplía la misión que le había encomendado en casa de Isaí en Belén, donde debía ungir a uno de sus hijos, para ser rey sobre Israel en lugar de Saúl; a quién Dios por su desobediencia había desechado.
"No mires por su apariencia" fue la corrección de Dios a Samuel, porque yo miro y escojo según el corazón" 

Porque Samuel estaba extasiado y admirado por la prestancia y estatura de los hijos mayores de Isaí, pero Dios no escogería a ninguno de ellos, escogería al menor de los hijos, al de menor importancia a los ojos de su padre y de sus hermanos, quién no se encontraba en casa en esos momentos porque su padre lo había relegado al cuidado de sus ovejas en el campo, de donde tuvieron que enviar a buscarlo para ser presentado delante del profeta.

Isaí desconocía el corazón de su hijo David, quién le respetaba y le obedecía en todo, y quién en vez de amargarse, y rebelarse frente al trato discriminatorio de su padre y de sus hermanos, aprendió en su soledad cuidando las ovejas a buscar refugio, y protección en Jehová Dios de Israel, con quién desarrollaría una hermosa relación como el pastor de su corazón, a quién inspiradamente cantaba y adoraba en las montañas.

A este muchacho señaló Dios a Samuel como su escogido, un varón conforme a su corazón y a quién debía ungir con aceite, para ser en su tiempo rey sobre Israel.

La falta de discernimiento de Samuel, no debe ser considerada poca cosa, pues no es fácil en la vida aprender a mirar con los ojos de Dios. 


Con cuánta facilidad los hombres se equivocan en las naciones al elegir sus gobernantes y autoridades, cuando priorizan una posición partidista, un curriculum académico, un porte social, o las supuestas ventajas que cada uno pudiera conseguir; y no mirando el corazón en la elección, y  como consecuencias sufriendo las amargas  frustraciones en sus aspiraciones sociales y familiares, por la corrupción, por la avaricia, por el engaño y deslealtad en los corazones de quienes confiaron su futuro.

Si consideráramos el consejo de Dios en nuestras decisiones, porque:

¿Quién no se ha equivocado, o juzgado superficialmente a alguien, para luego reconocer aunque sea en secreto su error?¿Quién no ha depositado su confianza en alguien, para luego ser dolorosamente defraudado?¿Quién no ha sufrido de alguna decepción?

La vida nos enseña, y he aprendido que la principal causa de nuestros fracasos es nuestra egoísta naturaleza y nuestro engañoso corazón, que todo lo juzga, y lo interpreta a partir de sus propios y muchas veces equivocados intereses.

Cuánto dolor, y decepción sufrimos los hombres al ver derrumbarse delante de nuestros ojos, nuestros enamoramientos, nuestros sueños, proyectos y esperanzas; los que vemos deshacerse como la neblina de la mañana, ante los tibios rayos del sol.
Que débiles quedan expuestos los fundamentos de nuestra edificación, y cómo queda expuesta nuestra falta de conocimiento de Dios, de nosotros mismos y de los demás.

Con cuánta fuerza Dios nos advierte:"Maldito aquel que aparta de mí su corazón, que pone su confianza en los hombres y en ellos busca apoyo. Será como la zarza del desierto, que nunca recibe cuidados: que crece entre las piedras, en tierra de sal, donde nadie vive"


¿Nunca te has sentido así, en un sentimiento de abandono y de desilusión?
¿Cuántas quejas recibe Dios cada día, de corazones heridos y quebrados?
¿Cuántas palabras necias brotan de nuestra boca, por nuestro oscurecido corazón?
¿Cuántas heridas innecesarias provocamos, bajo esta condición de nuestra alma?

La vida y los años nos enseñan a ser más cuidadosos y prudentes al tomar decisiones; más cuidadosos en nuestros juicios y apreciaciones.

Esto he visto bajo el sol, que con la medida con que mides, serás medido.
Esto he visto bajo el sol, que con el juicio con que juzgas, serás juzgado.
Fueron enseñanzas de Jesús

¿Habrá alguna puerta de escape a nuestra condición?

Dios con amor nos llama en su Hijo a negarnos a nosotros mismos, a tomar su cruz como única medida de salvación.

Dios nos llama a dejar de ser el centro de nuestra vida, y a permitir que Él nos gobierne, como un buen Padre que desea el bien de sus hijos.
“Porque yo tengo pensamientos de bien y no de mal para vosotros” nos recuerda el Señor.
Dios nos llama a cambiar de actitud.

Si permitimos que Dios ocupe el centro de nuestro corazón, su juicio será correcto, aunque por algún momento nuestra carne se duela y se resista; por causa de nuestro orgullo y soberbia, que tenemos que hacer morir.

Dios es amor, y todo lo hace inspirado en esa virtud que es la esencia de su ser, Dios es un Padre amoroso, que corrige y disciplina a sus hijos, para su bien y provecho.


"Bendito el hombre que confía en el Señor, y  pone en Él su esperanza; será como árbol plantado a la orilla de un río, que extiende sus raíces hacia la corriente, y no teme cuando llegan los calores, pues su follaje está siempre frondoso. En tiempo de sequía no se inquieta, y nunca deja de dar fruto"

¡Es posible ser fructíferos en Dios!


UNA EXPERIENCIA DE JUVENTUD

Me casé por voluntad de Dios y con quién Él me había señalado, me propuse formar una familia y tener hijos que honraran y sirvieran su nombre, y por su gracia y bendición  me lo había concedido; y yo le alababa y le bendecía por aquello.

Pero en mi celo sincero y pensando en ese objetivo, lo digo con vergüenza y humillación, en mis primeros años mis oraciones siempre consistían en rogar a Dios que edificara mi hogar, y que condujera los cambios necesarios para ello; todo esto obviamente, en mi personal apreciación de los hechos, lo que generaba una constante frustración en mi vida, pues consideraba de acuerdo a mi juicio, que los cambios debían producirse en quien era mi esposa.
Sin dudas detrás de este juicio, mi concepto de mí mismo era engañoso, exageradamente alto e irreprensible, y de una profunda equivocación. 
Aprendí de esta experiencia, que Dios no responde oraciones que tengan como objetivo nuestra propia satisfacción.
Aprendí de esta experiencia, cuán orgulloso y soberbio puede ser con un corazón religioso, como está escrito:"Pedid y no recibís, por que pedís mal, para gastar en vuestros deleites" 
No fue fácil aceptar su juicio y corrección sobre mi actitud, aceptar cuán ciego podía estar, y que muchas veces escudado en un supuesto servicio a Dios y querer hacer su voluntad, lo pretendía sin su gracia.
¡Cuán engañoso y perverso puede ser un corazón no gobernado por Dios, en apariencia de piedad!

Aprendí que Dios responde y se agrada, cuando pedimos conforme a su voluntad, cuando buscamos honrarlo a Él y no a nosotros.
Aprendí que si queremos hallar gracia a sus ojos, debemos aprender a orar como Él nos enseñó:

“Padre nuestro que estás en el cielo,(no es sólo Padre mío, y soy sólo un hombre sobre esta tierra) 
Santificado sea tu nombre, (y no el mío)
Venga a nosotros tu reino, (porque ya no quiero ser el centro, quiero tu gobierno)
Hágase tu voluntad, (y no la mía)
Aquí en la tierra (en mi corazón) como en el cielo"

¿Qué otra tierra puede buscar Dios, que no sea tu corazón y mi corazón?
"Si sus ojos contemplan la tierra y busca corazones perfectos para con Él, para liberar su poder y bendición"
Aprendí que un corazón perfecto, no significa que sea perfecto, es desear serlo.
Él me enseñó a orar con el corazón:
"Padre cámbiame, para que tu voluntad se exprese en mí y no la mía, para que tu bendición alcance a quienes tú has puesto bajo mi responsabilidad y cobertura, por ellos yo me santifico, sé tú santificado en mí"
"Padre crea en mí un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí" 
"Padre dame un corazón y un espíritu nuevo, para hacer tu voluntad"
"Porque tú amas la verdad en lo íntimo, y en tu secreto hazme comprender tu sabiduría"

De esta experiencia, Dios cambió mi forma de ver e interpretar la vida, y la forma de relacionarme con Él.¡Bendito sea el Señor! ¡Aleluya!

Dios escogió a David para ser rey sobre Israel, porque miró su corazón; no lo escogió porque fuera perfecto, lo escogió porque Dios sabía que aún en los momentos  más difíciles de su vida decidiría honrarlo a Él, y no se honraría a así mismo.
Consideremos algunas de las reacciones de David, expresadas en momentos difíciles de su vida bajo humillación y persecución.

"Déjalo, este no es asunto de ustedes. Si él me maldice, será porque el Señor se lo ha ordenado, y en tal caso, ¿Quién puede pedirle cuentas de lo que hace?Quizás cuando el Señor vea mi aflicción, me envíe bendiciones en lugar de las maldiciones que hoy escucho"
Son palabras de David huyendo frente a la rebelión de su propio hijo Absalón, y donde algunos buscaron humillarlo.

“¡El Señor me libre de alzar mi mano contra mi señor el rey! ¡Si él es el rey, es porque el Señor lo ha escogido!¡Que el Señor juzgue entre nosotros dos, y me vengue de Su Majestad! Por lo que a mí toca, jamás levantaré mi mano contra Su Majestad!”
Fueron sus palabras expresadas huyendo de Saúl, cuando sorpresivamente lo tuvo en sus manos, y pudo por sí mismo poner fin al conflicto:
David reconocía la autoridad como delegación divina, y en sus difíciles circunstancias, él decide confiar y esperar en Dios, él decide honrarle y no defenderse así mismo.

Amigos y hermanos:
No despreciemos el consejo de Dios, su sabiduría y su luz en nuestro caminar, será medicina para nuestros huesos, será salud para nuestra alma, y por sobre todas las cosas, liberará su bendición sobre tu vida, tu familia y tu descendencia.

Que Dios nos enseñe a caminar en su consejo, y a cosechar el fruto de sus promesas.

¡Que Dios abra los ojos de nuestro entendimiento y nos enseñe a mirar con sus ojos.