jueves, 26 de junio de 2014

DIOS HA VISTO MI AFLICCIÓN


“DIOS HA VISTO MI AFLICCIÓN” Una reflexión en el camino
Por Guillermo Ávila
                  
                

“Como Agar había hablado con el Señor, le llamó “EL DIOS QUE VE”, pues decía: ¡DIOS ME HA VISTO Y TODAVÍA ESTOY VIVA! Génesis 16:13


Para alguien que ha nacido en esclavitud, como la mujer de nuestra historia llamada Agar, egipcia, quién ha sufrido humillación toda su vida, que ha vivido por las decisiones de otro, imposibilitada de formar una familia, de alcanzar una proyección personal y sin poder humanamente cambiar su destino, ¿Podría alguien convencerle de que Dios le ama?  ¿Que Dios conoce y ha visto su dolor? ¿Y que quiere cambiar el destino de su vida?


Las injusticias, la esclavitud, el maltrato, la humillación, dejan heridas imborrables en el corazón humano que solo Dios puede sanar, y borrar. 

Agar, sufriría las consecuencias de la inmadura fe de Abram, a quien Dios había llamado para bendecir y ser de bendición sobre esta tierra, pero en esta oportunidad, traería dolor y decepción en esta mujer que vivía en su casa, como esclava al servicio de su esposa Sarai.


Agar, representa a tantos creyentes, trabajadores e hijos, que quedan heridos y dañados en su proceso de crecimiento y desarrollo, por liderazgos inmaduros como el de Abram,  que apresuradamente toman decisiones pensando solo en ellos, sin buscar honrar a Dios y bendecir a quienes están  bajo su responsabilidad; sin importarles el daño, las heridas, y la desilusión que dejan por el camino.


Que inspirador es el liderazgo de Jesús, su madurez espiritual, que a pesar de sus 33 años en la plenitud de su vida, la dispone como una ofrenda al Padre en la cruz,  honrándolo, y con ello restaurar por amor la bendición de Dios sobre nosotros los hombres. ¿No es maravilloso y único?


Dios había prometido a Abram un hijo, una descendencia, pero ni él ni su esposa tenían la madurez para confiar y esperar en Dios su cumplimiento. No era fácil con más de 80 años y su esposa estéril; la presión social y cultural de ese tiempo sería más fuerte en Sarai, que su esperanza en la promesa de Dios. 

Ella presionó a Abram para que se allegara a Agar su esclava, para que según la costumbre de esa época, esta concibiera un hijo que por derecho sería suyo. 

Abram como muchos esposos, no pudo sostener su sacerdocio delante de Dios y de su mujer, cediendo a la presión de ella, al igual que cedió Adán ante Eva en el Huerto para comer del árbol prohibido, sufriendo de igual manera las consecuencias sobre sus respectivas familias.

Se desató un triste conflicto familiar entre Abram y su esposa, Agar comenzó a mirar con desprecio a  Sarai su ama por causa de su embarazo, por el cual ni siquiera había sido consultada, como esclava tuvo que disponerse a la voluntad y decisión de sus amos.

¿Te imaginas cuantos pensamientos habrán pasado por su cabeza?

 Había sido pisoteada, humillada y maltratada en los derechos fundamentales de la vida.

El resentimiento y la rebeldía son el primer fruto de la opresión.

Dios no creó al hombre para la esclavitud, ni para el maltrato.

Dios creó al hombre para vivir en familia, en respeto y en amor, contexto que solo lo puede generar la presencia, y el gobierno de Dios sobre los hombres.

Sarai enrostró a Abram la responsabilidad del conflicto familiar generado: "¡Tú tienes la culpa de que Agar me desprecie! ¡Yo misma te la di por mujer y ahora que está embarazada se cree más que yo!"

A lo que Abram contestó: "Mira, tu esclava está en tus manos; haz con ella lo que mejor te parezca"

A pesar de los años la naturaleza humana no ha cambiado; al igual que Adán y Eva, los hombres somos especialistas para culpar a los demás de nuestros errores, y lavarnos las manos como Pilato, y no asumir nuestra responsabilidad en los hechos de la vida. 

Frente a esta actitud, el hombre está condenado a sufrir en plenitud las consecuencias de sus errores.

Frente al maltrato angustiante de Sarai sobre Agar con un hijo en su vientre, sola y desesperada, se ve obligada a huir al desierto para salvar su vida, pensando volver a Egipto, su tierra natal.

Atrás quedaba la decepción de una pareja en conflicto, frustrada y decepcionada por no haber confiado en la promesa de Dios.

Camino al desierto una mujer, Agar, por un camino incierto sin propósito, en abandono y  soledad; sin hogar, sin recursos, sin un esposo que la defendiera, en oscuridad espiritual y con un bebé en su vientre, ¿Qué  podía esperar?


Agar embarazada caminó sin rumbo por el desierto, sin más humedad en sus labios que sus propias lágrimas hasta llegar a un pozo, donde se detuvo para mitigar su sed y no morir en el camino, similar experiencia, a aquella hermosa historia ocurrida con Jesús junto al pozo de Jacob, donde otra  mujer también maltratada por la sociedad y por la vida, LA MUJER SAMARITANA, encontró junto a ese  pozo, LA VERDADERA AGUA que mitigó su sed espiritual y cambió su destino sobre esta tierra. Esa mujer encontró a aquel que le dijo: “Todos los que beben de esta agua volverán a tener sed; pero el que beba del agua que yo le daré, nunca volverá a tener sed; porque el agua que yo le daré se convertirá en él, en manantial de agua que brotará dándole vida eterna” 

Ella encontró a Jesús, LA FUENTE DE AGUA VIVA, que sacia la sed del alma de todo aquel que bebe de ella, que le entrega un propósito a su vida,  que restaura la esperanza de vivir, de amar y de servir a Dios y a los demás, a pesar de todo lo que haya tenido que vivir. 

Es Jesús, quién todo lo sabe, quién todo lo ve, aunque le hayamos ignorado, y hayamos sufrido los errores de  vivir lejos de él. 

El es el Dios que nos ve, que nos conoce, y que por nuestro propio nombre nos llamará:

¡Ven y sígueme!

¡Agar! ¡Agar! Se escuchó una voz en el desierto.

¡Esclava de Sarai! ¿de dónde vienes, y a dónde vas?  Palabras que retumbaban en su alma.

Escuchar tu nombre de los labios de Dios, su voz dentro de ti, es una revelación maravillosa, sanadora, liberadora, vivificante para el alma y el espíritu. 

Sus palabras son vida, Espíritu vivificante; es el consuelo que buscas, y es la respuesta a todas a tus interrogantes que no han tenido respuestas en tu vida.

“Estoy huyendo de mi señora Sarai” fue la respuesta de Agar, no tenía más verdad.

"¡Regresa al lado de tu señora y obedécela en todo!" Fueron las palabras del ángel del Señor.

¿No parece irracional la respuesta?

Sin revelación, no hay obediencia.

La revelación quebranta el alma, derriba cualquier excusas o justificación, y postra en obediencia el corazón en adoración.

Aunque el mandato parezca absurdo e irracional. 

¿Cómo Dios querrá que regrese a un contexto que me ha producido tanto dolor y angustia, del cual estoy huyendo? 

El alma quebrantada por la revelación se rinde porque es Dios, quién está hablando.

Amigo(a) y hermano(a):

Esta es una evidencia del “poder de la revelación de Dios" en el corazón humano.
Esta es una prueba de la obra y del poder del Espíritu Santo en el corazón de los hombres.
Tú necesitas en medio de tu oscuridad, de tu desierto, de tu dolor y de tus temores, "la revelación del Dios que te ve” sobre tu vida. 
La revelación muda, transforma y libera el corazón, pero debes invocarle en tu angustia, y debes anhelar su socorro en tu condición.

"¡Clama a mí dice el Señor! Y Yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces"

Si has vivido sin mí tu dolor, si has sobrellevado sin mí tus angustias, ¿Cómo podré consolarte? Te dice el Señor.

Su presencia trae descanso y paz, quita el temor, imparte fe y esperanza.

Dios todo lo ve, Dios todo lo sabe, no necesitaba una ecografía de Agar para conocer su estado: "¡Agar! estás encinta y tendrás un hijo, y le pondrás por nombre Ismael" que significa “Dios oye” porque Dios escuchó su aflicción.

"¡Agar! Aumentaré tantos tus descendientes, que nadie los podrá contar"

Agar regresaría con una revelación del Dios de Abram, con una razón para seguir viviendo, un hijo y una descendencia prometida por Dios.

“Dios me ha visto y todavía estoy viva” sería su testimonio.

DIOS HA VISTO MI AFLICCIÓN.



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