“Ana, con amargura de alma oró a Jehová, y lloró abundantemente” I Samuel 1:10
Estas palabras están expresadas en el comienzo del libro de Primera de Samuel, libro que tiene como protagonistas al profeta Samuel (los primeros siete capítulos) y el establecimiento de la monarquía en Israel con sus dos primeros reyes, el rey Saúl (capítulos 8 al 15) y el rey David (capítulos 16 al 31).
Desde aquel glorioso día, en que Israel cruzó el río Jordán en seco bajo el liderazgo de Josué, de la conquista sobrenatural de la ciudad de Jericó, y la posesión de aquella preciosa y abundante tierra prometida; Israel había gozado de la presencia, y bendición de Dios como nación.
Dios les había mudado los tiempos, habían pasado de la amargura de la esclavitud en Egipto, a un tiempo de libertad gloriosa, como el pueblo de Dios.
Permanecer en esa bendición estaba sujeto a la obediencia a sus mandamientos y no involucrarse con los dioses y costumbres de los pueblos paganos conquistados.
Desde aquellos gloriosos días habían pasado un poco más de trescientos años, y la desobediencia a la palabra de Dios les había llevado a la humillación, especialmente de parte de los filisteos, quienes se habían hecho fuertes, y ejercían dominio y abuso sobre la nación.
Como nación habían llegado a un tiempo de gran deterioro moral y espiritual, uno de los más considerables en su historia como nación, y de esta manera lo describiría el profeta Samuel:
"La palabra de Jehová escaseaba en aquellos días,
No había visión, ni conocimiento de Jehová.
El sacerdocio era impío y se ejercía en forma corrupta e inmoral.
El sacerdocio, el tabernáculo y sus rituales estaban a punto de desaparecer.
En este tiempo, el Arca de Dios, que representaba el trono visible de la presencia de Dios sobre su pueblo, sería tomada por los filisteos, y permanecería con ellos como un simple mueble durante ochenta años, hasta los días de David, como rey de Israel.
La lámpara de Jehová estaba a punto de apagarse.
Era un tiempo de esterilidad e infructuosidad espiritual"
Eran tiempos similares a los nuestros, tiempos de apatía, de incredulidad y de rebeldía espiritual.
¿Es posible que los tiempos puedan ser mudados una vez más?
¿Es posible que Dios intervenga sobre una tan pobre realidad como nación?
¿Es posible que la condición moral y espiritual de una nación pueda ser mudada?
Consideremos la experiencia de Israel.
DIOS BUSCA UN CORAZÓN PIADOSO.
“Dios recorre la tierra, Dios busca un corazón piadoso dispuesto para él, para despertar su poder y no destruir su heredad sobre esta tierra”
Un corazón piadoso estará dispuesto a humillarse, y a buscar el rostro de Dios en medio de su adversidad.
Un corazón piadoso reconocerá e interpretará en su condición adversa, la soberana y misericordiosa mano de Dios.
Un corazón piadoso estará dispuesto a asumir la condición espiritual de su vida, de su familia y de su pueblo.
Un corazón piadoso estará dispuesto a obedecer a Dios, por sobre su voluntad.
Un corazón piadoso como el de Jesús, quién estuvo dispuesto a cargar sobre si mismo el pecado de todos los hombres, entregando su vida en una cruz, para mudar los tiempos sobre la tierra y traer buenas nuevas de Salvación.
Como el corazón piadoso de Ana, una mujer sencilla, como muchas mujeres golpeada y humillada por la adversidades de la vida.
Como el corazón de Ana, una mujer sufrida, pero con un corazón temeroso de Dios.
La vida de Ana era el fiel reflejo de la condición de la nación de Isreal, estéril, sin frutos, y bajo una permanente humillación filistea.
Ana tomará su vergüenza y humillación, como un condición que le ofrece la vida para postrarse delante de su Dios, buscando refugio y consolación en sus brazos de amor.
Así lo decribe nuestro texto:
“Ana, con amargura de alma oró a Jehová, y lloró abundantemente”.
Ana se negó a consumir alimentos en su humillación, como una mujer quebrantada de espíritu buscó a Dios, no fue un día, no fue un mes, fueron años de quebrantamiento a los pies de su Señor.
Solo un corazón piadoso transformará su queja en oración, y afligirá su corazón delante de Dios.
Ana oraba:
“Jehová de los ejércitos, si te dignares mirar a la aflicción de tu sierva, y te acordares de mí, y no te olvidares de tu sierva, sino que dieres a tu sierva un hijo varón, yo lo dedicaré a Jehová todos los días de su vida”
Ana representa a esa iglesia piadosa, que en su vergüenza y humillación ora y gime abundantemente, para que Dios intervenga y mude su condición, ofrendando al igual que Ana su fruto, al servicio del Señor.
Como está escrito:
"Invócame en el día de tu angustia, te salvaré y tú me honrarás"
Ana aprendió a orar como Jesús enseñó a orar a sus discípulos, por sobre su necesidad, la necesidad de Dios. Es la oración que muda los tiempos a favor de Dios, que hace nacer la esperanza sobre esta tierra, que busca su reino y su justicia, su intervención sobre la realidad de los hombres.
Ana entendió, como entendió el apóstol Pedro después de su fracaso, al cortar la oreja del siervo del sacerdote frente al arresto de Jesús, y sufrir una noche amarga por negar al Señor, que no sería su iniciativa la que vengaría el agravio a la obra de Dios.
Solo en un corazón contrito y humillado, que busca la intervención de Dios sobre esta tierra, traerá el derramamiento de su Espíritu, que mudará los tiempos sobre los hombres.
Es la oración eficaz de los justos sobre esta tierra, como la oración del profeta Elias, que siendo un hombre con pasiones semejantes a las nuestras, oró fervientemente, para que Dios mudara los tiempos sobre su nación, inclinando a Dios el corazón de su pueblo.
Esa fue la oración eficaz de Ana, que daría a luz la esperanza de Dios sobre esta tierra, un hijo (Samuel) que restauraría la palabra profética, el sacerdocio, la visión, la presencia, y el gobierno de Dios sobre su pueblo (Rey David).
Dios muda los tiempos.
Sólo así declinarán los gobiernos humanos, y el Señor volverá a ocupar su lugar y preeminencia sobre su Casa y sobre las naciones.
Amigos y hermanos:
“No multipliquéis palabras de grandeza y altanería; Cesen las palabras arrogantes de vuestra boca; Porque el Dios de todo saber es Jehová.
Y a él toca el pesar las acciones. Los arcos de los fuertes fueron quebrados, y los débiles se ciñeron de poder.
Jehová mata y él da vida; El hace descender al Seol, y hace subir.
Jehová empobrece, y él enriquece; Abate, y enaltece.
Él levanta del polvo al pobre, y del muladar exalta al menesteroso,
Para hacerle sentar con príncipes y heredar un sitio de honor”
Dios exaltará al humilde con la salvación"
No hay tiempo para quejarnos, ni para buscar otra explicación a nuestra pobre realidad.
Es un tiempo propicio para humillarnos delante de Dios y buscar su rostro, porque solo Dios muda los tiempos.
“Ana, con amargura de alma oró a Jehová, y lloró abundantemente”
Y Dios mudó e hizo nacer un nuevo tiempo sobre su vida y sobre su pueblo.
Dios mudará mudará también tus tiempos.
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