lunes, 15 de abril de 2013

DIOS CUMPLIRÁ SU PROPÓSITO EN MÍ "Una reflexión en el camino"

¡DIOS CUMPLIRÁ SU PROPÓSITO EN MÍ!  "Una reflexión en el camino"
Por Guillermo Ávila

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“Estando Josué cerca de Jericó, alzó sus ojos y vio un varón que estaba delante de él, el cual tenía una espada desenvainada en su mano. Y Josué, yendo hacia él, le dijo: ¿Eres de los nuestros, o de nuestros enemigos? Él respondió: NO; más como Príncipe del ejército de Jehová he venido ahora. Entonces Josué, postrado sobre su rostro en tierra, le adoró; y le dijo: ¿Qué dice MI SENOR  a su siervo?” Josué 5:13-14
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Dios había declarado una palabra profética a  Josué a la muerte de Moisés: “Levántate y pasa este Jordán, tú y todo este pueblo, a la tierra que yo le doy a los hijos de Israel"
No era un desafío fácil, recordemos que 38 años atrás el miedo y el temor se habían apoderado de todo ese pueblo, y como consecuencia, toda esa generación fue relegada a morir en el desierto.
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Solo Él y Caleb se habían salvado, y ahora, conduciendo una nueva generación, se encontraba  frente a la tierra prometida con la responsabilidad de conquistar y apropiarse de la promesa de Dios para su pueblo.
Siete naciones  habitaban esa tierra, y Jericó, una ciudad inexpugnable era la puerta de entrada. Era una verdadera fortaleza,  rodeada de un doble  muro que cubría aproximadamente 10 metros de ancho, y de una altura no menos de 8 metros,  sus puertas estaban herméticamente cerradas, bien cerradas, lo que hacía  imposible ingresar en ella.
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Josué se encontraba sólo, enfrentando sus temores y debilidades, observando los inmensos muros cerca de la fortaleza de Jericó, estaba confrontado a un conflicto emocional de impotencia, de su preocupación por los niños, sus mujeres, era una gran responsabilidad que pesaba sobre sus hombros y daban vuelta en su cabeza ¿Cómo hacerlo? ¿Qué estrategia usar?
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Similar conflicto, que tú y yo enfrentamos frente a la palabra profética de Dios, cuando somos confrontados a desafíos en la vida que superan nuestras capacidades y recursos.
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El conflicto  que vive Josué no era exclusivo de él, había sido y será  la experiencia de todo aquel que se dispone a conquistar alguna promesa de Dios.
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Fue la experiencia de Abraham al ver pasar los anos, cerca de los 100, junto a una esposa anciana y estéril, y  no ver el nacimiento del hijo prometido.
Había sido también la experiencia de Moisés,  quien con casi 80 años, relegado en el desierto, lejos de su pueblo y de su familia, vivía la frustración del llamado de Dios para liberar a su nación esclava en Egipto.
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Así como Dios saldría al encuentro de Abraham y de Moisés para llevar a cumplimiento su palabra, así también Dios saldrá al encuentro de todo aquel que espera con fe y esperanza en sus promesas.
Dios fue testigo de las lágrimas de impotencia de Josué, fue testigo de sus angustias, de sus temores y miedos frente a sus limitaciones humanas, como es testigo Dios de tus propios temores y limitaciones frente a sus promesas.
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“Josué alzó sus ojos y vio un VARÓN que estaba delante de él, el cual tenía una espada desenvainada en su mano”
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Josué tuvo que entender que no era su batalla, que no sería él, el protagonista de la historia. La batalla era de Dios y Él la asumiría personalmente.
Josué tenía que entender que solo sería “un colaborador” de una obra que no era de él. Josué no debía y no sería el centro de atención, y no sería el héroe de la historia porque no era su historia. Dios no comparte su gloria.
Por ello frente a su pregunta  ¿Eres de los nuestros, o de nuestros enemigos?
La respuesta divina sería: ¡NO! Dios no está a favor nuestro, ni de nuestros enemigos. Dios está solo a favor de SU REINO y de SU PROPÓSITO SOBRE ESTA TIERRA.
Él había venido como Príncipe del ejército de  Jehová, a dar cumplimiento a los designios divinos. Ante tal entendimiento el hombre debe decidirse:
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¿Estaremos en favor de SU REINO o en contra?
¿Estaremos en favor de su voluntad o prevaleceremos en la nuestra?
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Dios demanda tomar UNA DECISIÓN.
Josué fue quebrantado y humillado en su entendimiento, y cayó postrado sobre su rostro en adoración ante la presencia del  Príncipe de Dios. Ante la revelación delante de sus ojos del Cristo, el Hijo del Dios viviente, y ante su presencia, solo queda adorarle, confesarle como Señor, y reconocer postrado a sus pies, que solo somos sus siervos:
¿QUÉ DICE MI SENOR A SU SIERVO? ¿SENOR, QUE QUIERES QUE YO HAGA? HÉME AQUÍ ENVÍAME A MÍ, no cabe otra respuesta del hombre.
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Dios no se conforma que seas solo un creyente, Dios busca discípulos y siervos.
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Es la actitud que Dios busca en el corazón de los hombres para revelar el camino para ver cumplidas sus promesas, es la actitud que Dios anhela para revelar el “CÓMO” alcanzar su voluntad sobre esta tierra.
Es la actitud que permite la manifestación de SU REINO, y que nuestra vida, nuestro hogar, y todo lugar que pisen nuestros pies sea santificado, consagrado y dedicado para Dios.
Dios le declara: “Quita el calzado de tus pies, porque el lugar donde estás es santo” y Josué así lo hizo.
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Y a pesar de que las puertas de la fortaleza inexpugnable de Jericó estaban cerradas, y bien cerradas, por causa de los hijos de Israel. Dios revelaría a Josué su estrategia divina, para que esos muros fuesen derribados y esas puertas se abrieran delante de sus ojos, para conquistar y poseer la tierra que Dios les había prometido.
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Así también, sin importar lo imposible e inexpugnables condiciones que impiden tu paso y el desarrollo de tu vida cristiana, Dios revelará y derribará con su sabiduría toda fortaleza, y abrirá todo cerrojo delante de tus ojos, para que avances y veas el cumplimiento de sus promesas sobre tu vida, sobre tu familia y sobre tu comunidad.
Declarémoslo: ¡DIOS CUMPLIRÁ SU PROPÓSITIO EN MÍ!

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