martes, 11 de octubre de 2011

DÉJALE QUE MALDIGA

DÉJALE QUE MALDIGA "Una reflexión en el Camino"
Por Guillermo Avila


“DÈJALE QUE MALDIGA… ACASO JEHOVÀ MIRE MI AFLICCIÒN Y CAMBIE EN BIEN SUS MALDICIONES DE HOY” 2 Samuel 16:11b y 12


Ninguna otra cosa prueba tanto el carácter cristiano de un discípulo, que cuando alguien habla mal de él,  descubre su corazón y expone su realidad espiritual.

Es el horno de fuego que prueba el fundamento de nuestra fe, si es oro puro, piedras preciosas, o es simplemente madera, heno u hojarasca que será quemada; dejando brotar en el corazón raíces de amargura, quejas y resentimientos.

Las palabras de nuestro texto son expresadas por el rey David, cuando su hijo Absalón, a quien había favorecido y perdonado por el asesinato de su hermano Amnón se rebela contra él, con la intención de arrebatarle el reino. 
El rey tuvo que apresuradamente abandonar Jerusalén y huir al desierto, y Simeí, descendiente de la casa de Saúl aprovechando esta condición de debilidad de David, lo siguió por el camino arrojándole piedras, y maldiciéndolo por un largo trecho ante la impaciencia de quienes lo acompañaban. 
Resalta en esta humillación de David su sometimiento total a la voluntad de Dios, esperando y confiando plenamente en Él, y sin perder de vista a su Señor, declara estas palabras:
 
"Déjale que maldiga,... acaso Jehová mire mi aflicción y cambie en bien sus maldiciones de hoy"

Cuánta gracia de Dios se requiere, para soportar la incomprensión, la humillación, un juicio desfavorable, o una respuesta no amable; sin reaccionar impulsivamente.

Como resalta la pureza, la brillantez y la hermosura del carácter de nuestro Señor Jesucristo al enfrentar la humillación de un juicio injusto, su tortura injusta, y su crucifixión, como lo expresa el profeta Isaías:

“Angustiado él, y afligido, no abrió su boca;
Como un cordero fue llevado al matadero,
Como una oveja delante de sus trasquiladores,
Enmudeció, no abrió su boca.”

Sólo la gracia de Cristo en nosotros, por medio de su Espíritu Santo,  nos permitirá ver LA RIQUEZA Y BENDICIÓN escondida detrás de cada prueba de humillación; y no poner la atención en los agravios y en los enemigos, que convierten nuestra vida en un continuo campo de batalla y desolación.

Es poner fe en Jesús y su reino, y ver cómo Él obra en medio de esas circunstancias.

Dios nos conceda más del Espíritu de su Hijo, “Quien cuando le maldecían, no contestaba con maldición, cuando padecía, no amenazaba, sino que ENCOMENDABA LA CAUSA al que juzga justamente” para seguir sus huellas y pasos sobre esta tierra. Considerando a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que nuestro ánimo no se canse hasta desmayar.

Si Dios restableció a David como rey sobre Israel y sofocó la rebelión de Absalón.
Si Dios exaltó a su Hijo, quien sufrió la cruz menospreciando el oprobio, y sentándolo a su diestra en su trono.

El mismo Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en su Hijo, es quien nos dice por boca del apóstol Pedro:
"Después que hayáis padecido un poco de tiempo, Él mismo os perfeccionará, afirmará, fortalecerá y establecerá bajo su reino" 
El sacará a luz su gloria y exaltación,
 y a Él daremos alabanza, y adoración.
Déjale que maldiga.

2 comentarios:

  1. hermoso muy hermoso, me encanto mucho este tema. gracias!!!

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  2. Bendito Dios por su palabra, y bandito usted instrumento poderoso en las manos de nuestro dios.

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