lunes, 17 de junio de 2013

¿CÓMO DEJAR DE LLORAR?

¿CÓMO DEJAR DE LLORAR? "Una reflexión en el camino"
Por Guillermo Ávila






“David y la gente que lo acompañaba lloraron a voz en cuello, hasta que les faltaron las fuerzas para llorar” 1Samuel 30:4

Si hay un denominador común en la experiencia humana es “llorar”, puede que no sepas reír pero la vida si nos enseña a llorar, es la primera expresión al nacer, y  nos acompañará durante toda la vida.

¿Quién no ha llorado alguna vez?
¿Quién no ha llorado frente a una experiencia dolorosa?
Aún Jesús lloró ante la muerte de su amigo Lázaro.

“Con dolor darás a luz tus hijos” “Con dolor comerás del fruto de la tierra que producirá espinos todos los días de tu vida” Así reza la sentencia divina sobre la raza humana a causa del pecado de nuestros primeros padres.
El pecado introdujo el dolor y las lágrimas a la experiencia humana, y sólo cuando el pecado sea quitado definitivamente en la manifestación gloriosa de Cristo, solo entonces..."No habrá más muerte, ni habrá llanto, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas pasaron" Apoc. 21:4

¿Qué madre no ha llorado alguna vez por un hijo?
¿Qué hombre no ha sido quebrantado al sentir la impotencia del fracaso, de una pérdida, de un divorcio, o una enfermedad dolorosa?

¿Cuántas lágrimas han sido derramadas sobre esta tierra?
Frente a las injusticias, la soledad, el abandono, el abuso o frente a un hijo rebelde.
¿Cuántas lágrimas han sido derramadas al no entender lo que pasa a nuestro alrededor, dentro de nosotros, o frente a conflictos existenciales donde nuestra alma no encuentra reposo?


Nuestro texto nos describe una angustiante experiencia de dolor en la vida de David y de quienes le acompañaban: “David y la gente que lo acompañaba lloraron a voz en cuello, hasta que les faltaron fuerzas para llorar”
Lloraron hasta que se les agotaron las fuerzas.

¿Qué había ocasionado tanta angustia y dolor?

David huía del rey Saúl y junto a sus hombres y sus respectivas familias se habían refugiado en la ciudad filistea de Siclag. Mientras David y sus hombres estaban ausentes, los Amalecitas atacaron la ciudad, la saquearon y la incendiaron y se llevaron cautivos a sus mujeres y a sus hijos. Esta pérdida  había ocasionado este gran dolor sobre ellos.

Fue un tiempo de mucha humillación y quebranto en la vida de David, en medio de este dolor sin duda Dios estaba conformando su corazón, para prepararlo y llegar a ser el gran rey sobre Israel.
Dios se perfecciona en nuestras debilidades.

David se angustió mucho, porque la angustia del pueblo era mucha por sus hijos y por sus hijas, el era su líder y le responsabilizaban de lo acontecido, y  hablaban de apedrearlo, pues el alma del pueblo estaba llena de amargura.
Habían suficientes razones para llorar.

¿Qué hacer para que nuestras lágrimas no sean infructuosas?
¿Qué hacer para que nuestras lágrimas sean consoladas por Dios?
¿Qué hacer para que nuestras lágrimas limpien nuestros ojos y nos permitan ver la bondad de Dios?

Analicemos la experiencia de David:

1.- “David halló fortaleza en Jehová, su Dios”

Para David su dolor y sus lágrimas fueron el camino para buscar refugio y fortaleza en Jehová, su Dios. "David halló fortaleza en Jehová, su Dios"

Tu dolor y tus lágrimas no te han sido dadas sólo para sufrir y morir, nos han sido dadas para aprender a experimentar el consuelo, la fortaleza de Jehová, nuestro Dios.
Tú también puedes hallar fortaleza en Dios, si la buscas.
Hallarla, no significa que tus circunstancias hayan cambiado, significa que en medio de tus circunstancias has experimentado que no estas sólo, que has sido consolado, que Dios es tu refugio y fortaleza en el día de tu angustia.
Significa que ya no hay quejas, ya no hay amargura, solo hay un rendir del alma que ha aprendido a reposar en el corazón de Dios.

2.- “David consultó a Jehová, su Dios”

Una vez consolado y fortalecido en la gracia de Dios, David buscó el consejo de Dios frente a sus circunstancias.
David buscó una "PALABRA" que fuera lumbrera a su camino, que fuera luz a su noche de confusión y oscuridad.
David aprendería que cuando Dios está presente para consolarnos y fortalecernos, también está presente para guiarnos.
Dios por medio de su palabra abre sendas donde no las hay. Su palabra es lámpara a nuestros pies.
El consejo de Dios para David le guiaría a perseguir a los Amalecitas, alcanzarlos, derrotarlos, y recuperar TODO LO PERDIDO: “Rescató David todo lo que los Amalecitas habían tomado, y libró asimismo a sus dos mujeres. No les faltó nadie, ni chico ni grande, así de hijos como de hijas, ni nada del robo, de todas las cosas que les habían tomado, todo lo recuperó David” ¡Aleluya!

Amigo y hermano:

Los Amalecitas en las Escrituras representan al enemigo de Dios y de su obra. Ellos atacaban cobardemente por la retaguardia matando a los débiles niños, ancianos y enfermos que rezagados avanzaban junto al pueblo cansado y sin fuerza. Israel vivió esa experiencia en su paso por el desierto.

Los Amalecitas representan todas aquellas cosas que buscan nuestra destrucción, que nos traen dolor y sufrimiento con el propósito de que no poseamos, y que no vivamos en la bendición de Dios.
Los Amalecitas representan al Maligno que solo sabe y busca matar, robar y destruir.

No basta que experimentes el consuelo y fortaleza de Dios en tu dolor y angustia.

Necesitas EL CONSEJO de Dios, necesitas una Palabra Viva que te saque de tu noche de dolor y te guíe a una victoria sobre tus circunstancias (Amalecitas) y te introduzca en su bendición.

Busca, pide como David una Palabra de Dios, Él alumbrará tu oscuridad. Usará a alguien, a tus padres, algún don profético, algún hermano maduro o personalmente el Espíritu Santo te hablará, y te mostrará el camino por donde tienes que andar.
El abrirá sendas delante de ti, si lo buscas con todo tu corazón.
"Acercaos a Dios y él se acercará a vosotros"

3.-“David honró a Dios en la victoria”

“David compartió el botín recuperado y ganado por partes iguales con todos sus hombres, con los que habían estado en el frente de batalla y con los que habían quedado cuidando del bagaje”
David reconoció que fue Dios quién les dio la victoria, que no era el fruto de sus habilidades, de su valentía y esfuerzo, cada uno había participado conforme a su fuerza y responsabilidad. La gloria y el reconocimiento le pertenecían sólo al Señor.

Así también tú, una vez alcanzada la victoria, debes honrar y agradecer al autor de tu salvación, a Cristo el Señor.

¿Cómo dejar de llorar?

Buscando en Dios nuestro refugio y fortaleza.
Buscando en Dios una Palabra que nos alumbre en nuestra oscuridad.
Honrando a Dios quién cambia, nuestro lloro en alegría.

Porque: “Por la noche durará el lloro, y a la mañana vendrá la alegría”

No hay comentarios:

Publicar un comentario