LO PRIMERO NO ES OBRAR, SINO ADORAR "Una reflexión en el camino"
Por Guillermo Ávila
“Y acontecerá que los de las familias de la tierra que no subiesen a Jerusalén para adorar al Rey, Jehová de los ejércitos, no vendrá sobre ellos lluvia...” Zacarías 14:17
La lluvia es un recurso básico de la naturaleza, sin ella no hay fructificación de la tierra. Sin la anhelada lluvia el hombre puede esforzadamente trabajar, preparar la tierra, y poner sobre ella la semilla, y tener al fin del proceso una pobre y frustrada cosecha. Cuánta angustia y pobreza viene sobre la tierra por la falta de lluvia.
Grandes civilizaciones desaparecieron en la historia, haciendo inútiles todos los esfuerzos y recursos humanos. Los pueblos de la antigüedad, eran mucho más dependientes de este vital recurso, pues vivían fundamentalmente de la agricultura y la ganadería, y sin la apreciada lluvia veían secarse sus fuentes de agua, sus arroyos y ríos trayendo sobre ellos una terrible desgracia.
La Palabra de Dios en nuestro texto, hace una relación directa de la falta de lluvia con la falta de adoración a Dios.“Acontecerá que los de las familias de la tierra que no subiesen a Jerusalén para adorar al REY, Jehová de los ejércitos, no vendrá lluvia sobre ellos”
Jerusalén era la ciudad de Dios, allí estaba el templo, el Arca del pacto, donde se celebraban los sacrificios y fiestas que Dios había establecido. Era el centro de adoración a Dios el Rey.
La negación y resistencia a venir a Jerusalén a adorar, traería como consecuencia la falta de lluvia sobre ellos, sufriendo las consecuencias de su rebelde actitud.
Así también, LOS CREYENTES de hoy, que no suban a la presencia de Dios para adorarle como su Rey, traerán sobre ellos, sobre sus familias y sus comunidades la falta de lluvia, de lluvia del Espíritu de Dios, haciendo infructuoso su servicio y trabajo.
Sin adoración no habrá lluvia, no habrá lluvia del Espíritu de Dios, y sin derramamiento del Espíritu Santo, todo esfuerzo será pobre en fruto, porque no es con ejército, ni con fuerza humana.
Cuando los sacerdotes se vuelven a Dios en el altar, y se humillan buscando a Dios en adoración, Dios restaura la lluvia y la bendición sobre su pueblo.
La falta de adoración trae sequía espiritual: “Porque este pueblo de labios me honra, pero su corazón está lejos de mí”
El llamado del Espíritu es a venir a adorar al Rey, a venir a sus pies a reconocerle como Señor, a sentarse a sus pies y aprender a oír su voz, es venir y escoger “LA BUENA PARTE” que si alguno de sus hijos la escoge, no le será quitada.
“Porque lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos tocante al Verbo de vida, solo eso podemos anunciar”
Es allí donde nacerá el verdadero servicio, que no agotará, que no producirá queja, ni turbación, porque no será en tus fuerzas, será el fruto del poder del Espíritu Santo de Dios, será su lluvia de gracia abundante derramada sobre tu vida.
Lo primero no es obrar, sino adorar. Este es el primer y más grande mandamiento.
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